Por Juanjo.
Hoy, y haciendo un resumen antes de explicarlo con más
detalle, puedo decir que Rober y yo hemos hecho una de las cosas más
alucinantes de toda nuestra vida. Hemos volado en helicóptero, visto dos de los
glaciares más impresionantes del mundo y aterrizado encima de uno de ellos, y
sobrevolado el Mount Cook, el pico más alto de toda Nueva Zelanda.
Después de un par de horas de conducción desde nuestro
último destino, y sin habernos encontrado con nadie en la carretera –lo repito,
dos horas SOLOS en la carretera-, hemos llegado hacia uno de los puntos
culminantes de nuestro viaje y de los que más ilusión nos hacía: los glaciares.
Un glaciar, para los que todavía no lo sepan (yo no me he
enterado bien hasta saber que iba a visitar uno) es un gran pedazo de hielo que
se forma sobre la tierra y que se mueve lentamente montaña abajo a una
velocidad media de 1,5
metros al día. Los glaciares se alimentan de la
acumulación de nieve en los valles a grandes alturas donde se condensa formando
un hielo azulado. Esta lengua de hielo se va deslizando hacia abajo provocando
profundas fisuras y recogiendo a su paso tierra que va puliendo las laderas de
las montañas formando valles en U. Los glaciares Franz Josef, de 11 km de largo, y Fox, de 13 kilómetros de
largo (los que hemos visitado) son únicos al descender desde regiones de nieves
perpetuas hasta zonas pobladas por bosque tropical cercanas a la costa
(información sacada de nuestra guía de viaje).
El caso es que la idea era buscar una compañía que nos subiera
en helicóptero para sobrevolarlos por lo alto y flipar con las vistas. Lo que
no sabíamos es que era tan, tan, tan alucinante. Después de visitar tres o
cuatro de estas empresas, vimos que todas parecían haber puesto los mismos
precios y las mismas rutas, pero hablando con una de las vendedoras nos contó
que se habían caído dos personas en ese momento, y que si lo hacíamos 20
minutos después (lo normal era esperar un par de horillas hasta el siguiente
vuelo) nos hacía un descuendo de 20 dólares a cada uno. Encima era un vuelo de
los largos, 30 minutos, con parada en uno de los glaciares y además sobrevolar
el Monte Cook, que es el más alto de todo el país. Así que hemos dicho que si
instantáneamente.
Hemos tardado cinco minutos en ir a la caravana, pertrecharnos
–abrigos, varias capas de ropa, las botas impermeables de andar, guantes-… para
luego nada, porque hacía un tiempo maravilloso y hasta bueno para ir incluso
con manga corta.
No sabría como describiros las sensaciones que hemos tenido
al montar en el helicóptero, la emoción que se te sube en el estómago al
despegar, y sobretodo, las increíbles e indescriptibles imágenes que hemos
captado al sobrevolar a gran altura esa maravilla de glaciares, con un color
azul resplandeciente que parece hecho por ordenador. ¿Recordáis haber visto
alguna peli donde un avión sobrevuela montañas nevadas en primera persona y
alucinas? Pues lo mismo, pero esta vez de verdad. Sobrevolar estas cordilleras,
mirar los valles enormes y casi infinitos nevados, las praderas a lo lejos, los
ríos enormes que a esas alturas parecen hilos de seda, no tiene nombre. Las
fotos y vídeos que hemos hecho son alucinantes, pero no hacen justicia a la
sensación de estar allí.
El glaciar fox, hasta su final
Y no solo es eso, es que además… ¡¡¡Hemos aterrizado en lo más
alto del glaciar Franz Josef!!! La nieve pura y virgen que se te hunde hasta
las rodillas nos ha dado la bienvenida y hemos podido respirar el aire más puro
de nuestras vidas… la nieve olía a virgen, el aire era mucho más ligero que de
costumbre, y la sensación de estar ahí perdido en medio de la montaña no tiene
parangón. De nuevo, nos hemos hecho unas fotazas y disfrutado del paisaje
durante un ratillo –la pareja que ha venido con nosotros, unos Australianos,
eran la mar de majos y estaban igual de flipados que nosotros-.
El inicio del glaciar en lo más alto de la montaña
Luego ha venido lo mejor, que ha sido volar alrededor del
Mount Cook, como os he contado antes… No éramos conscientes de lo alto que
estábamos hasta que, ya en descenso hacia nuestro destino, el piloto nos ha
hecho mirar la que por lo visto es la pista de nieve más alta del país… y la
casa parecía tan, tan, tan pequeña que hasta que no la hemos visto no hemos
hecho cálculos de la
altura. Lo que más ha molado ha sido el descenso sin duda,
porque ha metido gas, hemos ido rapidísimo, bastante a ras de suelo y haciendo
unos giros que casi nos quedábamos de lado. El piloto hasta nos ha preguntado
si estábamos bien por la velocidad y esos giros tan espectaculares… ¡Ha sido
una pasada!.
En fin, que como podréis imaginar dadas mis palabras (también
como si fueran de Roberto) estamos flipados con la experiencia y, aunque un
pelín cara (500 y pico dólares por los dos) ha sido sin duda dinero bien
invertido. Si venís aquí, IMPRESCINDIBLE.
El Mount Cook, le hemos pasado cerquita!
Después de esto no nos quedaban energías para nada, así que
hemos vuelto al camping –el más bonito de los que hemos visitado hasta ahora-,
nos hemos metido en la piscina caliente –como la del otro día.-, hemos dado un
paseo por la ciudad, cenado una hamburguesaza (gigantesca!) en un restaurante
muy chulo y a la casa-rodante a descansar. Ha sido un día maravilloso.
1 comentario:
Buah!!! Q puta pasada todo!!! Awesome!
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